Se apaga el día, se enciende la noche, y uno sigue disparando en busca de más imágenes para el recuerdo. La cámara no descansa. Porque si Nueva York ya es espectacular durante el día, cuando la luz natural deja paso a miles de luces artificiales, sigue siendo una ciudad igual o más atractiva ante la lente del objetivo. Es ese momento en el que los rascacielos se convierten en imponentes figuras iluminadas o en el que los anuncios de Times Square brillan con más intensidad, sintiéndose los dueños de la noche. No sin antes, eso sí, disfrutar de un atardecer desde las alturas, desde el Top of the Rock. Increíble.